jueves, 10 de marzo de 2022

8M

Venid ahora vosotras, esclavas mías, hermosas hijas del libre pensamiento, que lucháis por romper unas cradenas que sólo desuuata la muerte; valientes amazonas que no vaciláis en medir vuestras fuerzas con el gigante invisible que os vence…. (El caballero de las botas azules, Rosalía de Castro)
Posible me sería añadir que mujeres como Madame Roland, cuyo genio fomentó y dirigió la Revolución francesa en sus días de gloria; Madame Staël, tan gran política como filósofa y poeta; Rosa Bonheure, la pintora de paisajes sin rival hasta ahora; Jorge Sand, la novelista profunda, la que está llamada a compartir la gloria de Balzac y Walter Scott; Santa Teresa de Jesús, ese espíritu ardiente cuya mirada penetró en los más intrincados laberintos de la teología mística; Safo, Catalina de Rusia, Juana de Arco, María Teresa de Austria y tantas otras cuyos nombres la historia, mucho más imparcial que los hombres, registra en sus páginas, protestaron eternamente contra la vulgar idea de que la mujer sólo sirve para las labores domésticas y que aquella que, obedeciendo tal vez a una fuerza irresistible, se aparta de esa vida pacífica y se lanza a las revueltas ondas de los tumultos del mundo es una mujer digna de la execración general. (Prólogo a La hija del mar, Rosalía de Castro)

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